Capítulo XL: ¡Españoles: reconstruid vuestro Estado!

Miguel Primo de Rivera

(Miguel Primo de Rivera)

El Desastre de Annual, que llevó a la retirada de las mal pertrechadas tropas españolas del Rif, al Norte de Marruecos, supuestamente suscitaría el pronunciamiento liderado por el que fuera Capitán General de Cataluña, Miguel Primo de Rivera (1870-1930). Acaecido el 13 de Septiembre de 1923. Hipotéticamente para evitar que al expediente abierto, por las negligencias que ocasionaron aquel hecho, se le diese curso en el Parlamento. Del cual se desprendía una enardecida crítica al decadente régimen de la Restauración y a la monarquía, encarnada en la figura de Alfonso XIII (1886-1941).

El degradante sistema político de aquel momento: herido profundamente por un rancio comportamiento caciquil, que corroía lentamente las raíces del mismo, cual letal toxina; y una naciente burguesía que no se sentía representada en él, propulsora de incipientes grupos nacionalistas y regionalistas que aclamaban un ferviente protagonismo; facilitará que el golpe de los sublevados militares se tope con una exigua oposición. Osando mostrarse su personaje estelar ante la opinión pública, como el “cirujano de hierro”, sugerido por el regeneracionista Joaquín Costa (1846-1911), que salvaría a España de los males que la aquejaban. Citando el autor en su obra Oligarquía y caciquismo como forma de gobierno en España al respecto lo siguiente: “(…) El sanar a España del cacique, el redimirla de esa cautividad, supone dos distintas cosas: operación quirúrgica, de efecto casi inmediato, y tratamiento médico, de acción lenta y paulatina. (…)” . Lo cual fue espuriamente interpretado por el dictador para hacerse con el poder. Erigiéndose como el remedio contra “los profesionales de la política”. Siendo nombrado Presidente, por el Rey Alfonso XIII, el 15 de Septiembre.

Su primera acción al frente del Ejecutivo sería disolver las Cortes y formar un Directorio Militar. Compuesto por él mismo, como máximo jefe, y mayormente por un general de cada capitanía. Entre cuyas competencias se hallaban dictar decretos con fuerza de ley. Permitiendo la operatividad de un único partido político, la “Unión Patriótica”, dirigida por el propio Miguel Primo de Rivera.

Su gestión económica se basaría en un desmesurado intervencionismo estatal. El Consejo de Economía Nacional será el encargado de regular el mercado, los precios y la producción. Potenciando la burocratización, favoritismos, monopolios y oligopolios. Impulsando aún más el desarrollo industrial de determinadas regiones como Cataluña o el País Vasco, a través del exponencial desarrollo, entre algunas, de la industria pesada y la minería. Y la pauperización de otros territorios. Lo que ocasionaría considerables migraciones en el interior de España. Asimismo llevará a cabo una fuerte inversión en infraestructuras y un eminente plan hidrológico, que era precisamente una de las recomendaciones de Costa a ejecutar por los gobernantes de nuestra patria. Desencadenando su negligente dirección económica en el excesivo endeudamiento de las arcas del Estado, lo que repercutiría negativamente en los posteriores gobiernos.

A partir de 1925 el caudillo se percata de la imposibilidad de sostener la provisionalidad del régimen dictatorial y sustituye el Directorio Militar por uno compuesto por políticos civiles. Ya que la Dictadura inicialmente se presentó como una situación transitoria para restablecer el orden nacional, ante la finalmente caótica Restauración, y dar paso a la normalidad democrática. No obstante, el sufragio universal, tal como era solicitado por la población, no sería restituido, ni el caciquismo radicado. Alzándose paulatinamente las voces en contra del Régimen. Uno de sus últimos intentos por mantenerse se concretaría en la elaboración de la fallida Constitución de 1929, cuyos rasgos fundamentales serían:

•    Declaración de la soberanía del Estado, ni monárquica, ni nacional. Característica de sistemas totalitarios.

•    Organización territorial marcadamente unitaria.

•    Cortes unicamerales. Conformadas por: treinta diputados designados por el rey a modo vitalicio; la mitad electos mediante sufragio universal y el resto resultarían  de representación corporativa.

Alfonso XIII

(Alfonso XIII)

Pero la creciente contestación del proyecto constitucional y del gobierno en sí, más la gradual pérdida de apoyos, incluso dentro del ejército, abocó a Miguel Primo de Rivera a presentar su dimisión el 28 de Enero de 1930 y a exiliarse. Sustituyéndolo en el cargo Dámaso Berenguer (1873-1953), nombrado igualmente por Alfonso XIII, etapa que sería calificada como  “La Dictablanda”, en contraposición con la anterior.

Sin embargo, el desencanto, con la monarquía y con los sucesivos gobiernos que hasta ese momento se habían conformado, era palpable. Agrandando abismalmente la brecha entre gobernantes y gobernados. De lo que dan fe las excelsas palabras del sempiterno maestro, José Ortega y Gasset (1883-1955), que bien servirían de aplicación al periodo vigente. Fragmentos extraídos de un artículo publicado en el “El Sol”, el 15 de Noviembre de 1930, titulado El error Berenguer”:  

“(…) El Estado (…) se ha ido formando un surtido de ideas sobre el modo de ser de los españoles. Piensa, por ejemplo, que moralmente pertenecen a la familia de los óvidos, que en política son gente mansurrona y lanar, que lo aguantan y lo sufren todo sin rechistar, que no tienen sentido de los deberes civiles, que son informales, que a las cuestiones de derecho y, en general, públicas, presentan una epidermis córnea.(…)  

(…) Entre las ideas sociológicas (…) que sobre España posee el Régimen actual, está esa de que los españoles se compran con actas. (…)

(…) Hemos padecido una incalculable desdicha. (…). No existe el Estado español. ¡Españoles: reconstruid vuestro Estado! (…)

(…)Somos nosotros, y no el Régimen mismo; nosotros gente de la calle, de tres al cuarto y nada revolucionarios, quienes tenemos que decir a nuestros conciudadanos: ¡Españoles, vuestro Estado no existe! ¡Reconstruidlo!”

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