El correcto comportamiento de los políticos

Demonio caracterizado en Carnaval 

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Ayer, tras asistir a un pleno, no supe si bien echarme las manos a la cabeza o directamente tirar la toalla. El espectáculo que allí se originó fue francamente lamentable. El alcalde retiraba continuamente la palabra a los ediles de la oposición, cuando escuchaba algo que no le gustaba. Sus manifestaciones, así como las de sus compañeros, buscaban la humillación de sus adversarios, mostrando una insolencia inaudita hacia las concejalas. Lo sensato sería que cuando un cargo público fuese incapaz de debatir con ideas y argumentos, dimitiera y se dedicase a otra cosa. Ya que uno de los pilares básicos de la política gravita sobre la dialéctica y argumentación, además de en una adecuada formación. Es como si quisieses ser músico y no tuvieses oído, o cantante sin contar con una melódica voz. A veces uno piensa que estas conductas son a consecuencia de la carencia de la mínima titulación del máximo regidor, pero otras son brillantes universitarios que se comportan aún peor.

Con la lacra de la violencia de género que fustiga pertinazmente a las señoras de todas las edades, no se entiende que quienes tienen que dar ejemplo, incluso la promuevan. Y más reprochable es, si cabe, que haya otras compañeras que se mantengan impasibles ante palabras ofensivas hacia otras féminas de distinta formación. Perteneciendo a partidos de índole nacional, que abanderan campañas en pro de los derechos de la mujer. Un total y absoluto cinismo, venga del color que venga.

Igualmente, el descrito escenario, me hizo recordar una sesión del parlamento catalán donde un diputado le espetó al grupo contrario, algo así como que supuestamente cobraban comisiones. Si alguien tuviese la certeza de tales hechos, lo obligado sería denunciarlo en los tribunales y esperar a que haya una sentencia judicial para hablar del caso. Y si no, cuando no se tiene nada que decir lo mejor es callarse. Aunque sucede lo opuesto, siempre amenazan en los medios de comunicación, empleando la técnica del ventilador, consistente en lanzar porquería a sabiendas de que algo queda. Después nos extrañamos cuando aumenta progresivamente la abstención en cualquier contienda electoral. Pues la ciudadanía cada vez cree menos en sus gobernantes.

Esta es una vieja táctica de marketing político, proyectar en el de enfrente todos nuestros defectos. Con la certeza de que cuanto mayores sean las mentiras vertidas, más calarán en el receptor. Así como atacar al elemento más débil, creyendo erróneamente algunos especimenes masculinos de que corresponde al femenino. Pero no, se equivocan. La valía nada tiene que ver con el sexo, cultura o religión, sino con la capacitación.

No debemos tolerar que ningún misógino nos retrotraiga a épocas pasadas. Las actitudes impropias del siglo en el que vivimos, independientemente de que sean empleadas contra compañeras afines o de otras organizaciones, han de ser denunciadas. Solicitando la retirada del escaño para los que no sepan comportarse.
 

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