El mal entendido rigor y austeridad presupuestaria

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Hablan los analistas de la peor crisis desde el crack de 1929; Cáritas ha visto como sus peticiones de ayuda, mayoritariamente de alimentos de primera necesidad, se incrementaban a velocidad de crucero, un 70%; el paro se dispara, con núcleos familiares donde ninguno de sus miembros está en activo; los negocios de moda son las casas de empeño y tiendas de segunda mano; pero aún preconizan los gurús que la debacle seguirá en aumento, pasando de marejada a fuerte marejada en el año entrante. Vamos, un panorama de lo más alentador, cual novela de terror narrada por Stephen King. ¿Corresponderá esta situación a la filmación de un capítulo de“Pesadilla en Elm Street”, acechándonos a la vuelta de la esquina el insaciable criminal Freddy Kruger?

Ante ello la Administración Pública, que cuenta entre sus principios más reseñables: el de austeridad y rigor presupuestario, debiendo buscar la eficiencia y eficacia en todas sus acciones, sigue sin acometer la profunda reestructuración necesaria, demanda suscrita por el prestigioso rotativo inglés “The Economist” hace meses.

Nuestro sistema se compone de 86.000 concejales, 9.000 alcaldes, 17 presidentes de Comunidades Autónomas, 1.600 parlamentarios autonómicos, 350 diputados en Cortes, 300 senadores, 200 parlamentarios en Estrasburgo, 20 Ministros, más incontables asesores varios. No sólo debemos abonar todos estos salarios, dietas, y gastos producidos por traslados o asistencia a diferentes órganos, sino que los emolumentos no guardan criterio con la función del rango o desempeño. Con supuestos, francamente llamativos, donde el máximo regidor de una ínfima localidad cobra lo mismo que el Presidente nacional. La Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) lleva tiempo buscando un acuerdo para establecer una norma en base al número de habitantes y cantidad total del presupuesto de la corporación, si bien no existe ni el más mínimo atisbo de ello. Mención aparte merecen los múltiples e innecesarios dispendios ocasionados, con bochornosos episodios como la supuesta remodelación de un baño en una vivienda propiedad del Estado por un importe de 30.000 €; coches oficiales tuneados por cuantías similares; viajes a ferias y muestras, de un séquito donde se inscribe hasta el apuntador, pese a que nada tenga que ver con  el tema. Y así suma y sigue.

No siendo factible cumplir de este modo con el precepto de austeridad y rigor presupuestario. Pero con el de eficacia y eficiencia en el cargo tampoco, cuando hay ayuntamientos que cambian hasta cuatro veces en una misma legislatura de alcalde, a consecuencia de: mociones de censura; tránsfugas que deambulan desde un extremo ideológico al otro; cuestiones de confianza; fluctuaciones constantes de pactos, pasando del amor al odio entre formaciones en un instante,…Presentándose inalcanzable la continuidad de gestión alguna, resultando invisibles para el administrado los frutos de la labor de sus gobernantes. Lo que desemboca en ciudadanos cansados hasta el hartazgo de todo y todos; y políticos, que abandonan la actividad al sentirse impotentes y marginados ante la mediocridad del resto, aquejados de un instinto irrefrenable de vomitar y fuerte gastroenteritis.  

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