En nombre de la disciplina de partido

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A veces uno se pregunta qué es lo que quieren decir, cuando determinados dirigentes de ciertas organizaciones atacan a otros compañeros por no doblegarse a la disciplina de partido. Ya sabemos que la ley electoral es la que es y no contempla precisamente la opción de listas abiertas. Cuando te presentas bajo las siglas de una formación, tienes que estar sometido a lo que la mayoría diga, sin embargo, sin permitir que vulneren tus propios principios individuales. Es decir, tu inalienable libertad.

Y esto no significa que se apoye a los tránsfugas, más bien lo contrario, porque el acta hoy por hoy se entiende que es del partido. No obstante, también creo que si todos estamos conformes en que el transfuguismo es una forma deleznable de traicionar la voluntad popular, expresada a través de las urnas, lo lógico sería legislar sobre ello, y no firmar simples pactos de buenas intenciones que terminan por convertirse en papel mojado. Una norma clara y concisa transmitiría una idea precisa a la ciudadanía, sin ambigüedad alguna. O de otro modo continuará irremediablemente agrandándose poco a poco la fractura entre administradores y administrados.

Me refiero, a esos supuestos rumores que en situaciones concretas surgen, aunque también pudiese ocurrir que exclusivamente fueran frutos de meras leyendas urbanas, de que tal concejal, parlamentario o diputado, cambiará su opción de voto porque su superior lo llame. Independientemente de que comparta o discrepe con lo recogido en el informe que tiene ante sí. El debate, razonamiento o argumentación son inherentes a la actividad política, casi como derechos fundamentales, y de ser ciertas dichas aseveraciones, quedarían  reducidos a cenizas.

No confundamos disciplina de partido con borreguismo. En que las diferencias hay que mantenerlas dentro de la organización estamos todos de acuerdo, pero aceptar las cosas por imposición o porque sí, no son hechos coherentes con el siglo en que vivimos. Además de una falta de respeto a la autonomía de esos cargos públicos.

Y con tal sin sentido uno acaba por pensar que en esta democracia no se requiere de líderes o de personas independientes con afán de servicio a los demás, sino exclusivamente de serviles y anodinos sujetos, preferiblemente sin formación académica, porque resultarán de mejor manejabilidad. No quedándoles otra salida a esos versos sueltos, que osan expresar una dispar posición, que alejarse y retornar a sus labores en el ámbito privado, dejando la política en manos de individuos que fuera de ella serían incapaces de ganarse la vida.

Puede que este parecer sea una visión de la botella medio vacía y ni siquiera se acerque a la realidad existente lo más mínimo. ¿Tú que opinas?

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