La supuesta ausencia de seriedad en la política

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Durante estos meses he leído comentarios en este blog de diversas personas que manifiestan su hartazgo ante la falta de seriedad política. Presuntos gobernantes que no hacen lo que dicen, que se mueven al son de particulares intereses. Partidos que se valen de tránsfugas para conformar mayorías. De lo que resultaría factible interpretar que el fin justifica los medios y que todo vale con tal de mantener una poltrona.

Sin embargo, lo peor de todo esto es que la ciudadanía lo termina percibiendo como normal, con el consiguiente fatalismo que esto conlleva, cargado de descrédito y desilusión. Uno llega a pensar que lo del afán de servir a los demás ya suena a camelo, difuminado por la auténtica intención que concretos individuos albergan, que no es otra que medrar y obtener el supuesto retiro de su vida.

El otro día conversaba con un amigo y comentábamos la lamentable tesitura económica en la que se encuentran muchas circunscripciones. Pudiendo escuchar, cada vez con mayor frecuencia, tristes crónicas de sujetos a los que el banco ya les ha quitado la casa, empeorando su posición si cabe al no disponer de un mísero mendrugo de pan que echarse a la boca. Este compañero me relataba un rumor, que aún hoy me niego a darle veracidad por sórdido y deleznable. Narraba que al parecer una determinada familia, que contaba con todos sus miembros en las listas del paro, habiendo agotado ya el subsidio, recibió en su vivienda la visita de un cierto cargo público. Éste al tener conocimiento de lo que allí sucedía, no tuvo mejor ocurrencia que ofertarles una caja de alimentos a cambio de su afiliación. Semanas después los auxiliados lloraban desconsolados, sintiéndose sucios y vejados, porque alguien se había valido de sus perentorias necesidades para hacerse con su voluntades.

¿Dónde están los ideales, la tolerancia, el respeto a las convicciones del adversario? ¿Se puede avanzar así y progresar en la España de la incompetencia y el favoritismo, como la definía hace muchos años José Ortega y Gasset? ¿Nada ha cambiado en todo este tiempo?

Y como siempre esos cuyos escrúpulos brillan por su ausencia, son los que se permiten criticar personalmente a los demás, intentando mancillar el nombre del contrario, para que sus graves faltas pasen desapercibidas.

Escribía hace poco una asidua de esta página, Alba, que no votaría en las próximas elecciones europeas, porque opinaba que le resultaba imposible confiar en formaciones que concurriendo a dichos comicios y proclamando a los cuatro vientos sus bondades, después jugaban a la hipocresía al consentir que en pequeños municipios sus ediles pisotearan sus estatutos, actuando como mejor les placiera, estuviese bien o rematadamente mal. Le replicaba otro participante en el debate, Jordi, que si no ejercía su derecho al voto no estaría autorizada después moralmente a reclamar. Y sinceramente, yo ya no sé, ¿tú que crees?

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