Viernes 10 de Agosto, el día que Joaquín Sorolla pasó a la inmortalidad

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Tal día como hoy, un viernes 10 de agosto del año 1923, Joaquín Sorolla y Bastida cerraba sus ojos por última vez y nos dejaba la luz que no volvería a ver.

Desde mayo venimos rindiendo homenaje al genial artista valenciano en los artículos de nuestros blogs… y lo seguiremos haciendo, pero hoy queremos ofrecer nuestro más sincero recuerdo a este hombre trabajador, padre de tres hijos y amante esposo, que llevó el arte español más allá de las fronteras y nos dejó un legado artístico que hoy podemos conocer gracias a la aportación de instituciones, museos y particulares que las exponen y, como nosotros, tienen la intención de dar a conocer la vida y obra de Joaquín.

Los redactores involucrados en el proyecto VER OIR LEER poco podemos contar sobre aquel momento trágico; somos lo suficientemente maduros para apreciar, conocer y querer a Sorolla y su obra, pero demasiado jóvenes para relatar aquellos acontecimientos con veracidad.

Es por ello que vamos a ofrecer textos e imágenes aparecidos en las noticias de los principales periódicos de España en aquel agosto. El lector podrá conocer hasta que punto llegaba la grandeza del pintor y lo mucho que supo hacerse querer.

Hoy no veremos la luz y el colorido de sus obras. Este artículo se presenta gris, quizá un poco melancólico, para recordar los últimos momentos y posteriores sucesos en torno al fallecimiento del pintor de la luz.

«La Época» del sábado 11 de agosto de 1923
«En los anales del arte español figura la fecha de ayer con imborrables caracteres de luto. Durante la noche pasada ha muerto en Cercedilla, donde pasaba el verano, el insigne pintor don Joaquín Sorolla y Bastida, cuya desaparición es una grande y dolorosa pérdida nacional.

La noticia no sorprenderá, porque de todos era sabido que la naturaleza del genial artista estaba herida de muerte. Ha ce algún tiempo había sufrido Sorolla un ataque de apoplejía; lo salvó con vida pero no pudo volver al ejercicio. Los pinceles por él enaltecidos no recibieron más el inspirado impulso de su mano magistral. Muere el hombre después que el pintor. El dolor de sus familiares, amigos y admiradores, llega hoy a la máxima vibración. Lo irreparable ha pronunciado la última palabra sobre una vida por demás ejemplar y luminosa.»

Sorolla antes de su fallecimiento
En la fotografía inferior puede verse a Sorolla frente al retrato de Esperanza Iris y a esta posando. No es el último retrato que pintase pero la foto está tomada poco antes del ataque de apoplejía que lo apartaría de la pintura.

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En esta otra fotografía Sorolla posa con su hijo Joaquín en Cercedilla poco antes de su fallecimiento. Es evidente la parálisis progresiva que afecta su cerebro.

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En las dos fotografías inferiores, del 21 se septiembre de 1921, vemos a Sorolla a la edad de cincuenta y ocho años en San Sebastián, con su hijo Joaquín y el pintor Fernando Viscai.

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El último cuadro
Dos son las obras que Joaquín deja inconclusas. Una representa a una mujer valenciana, del que sólo pintó el fondo, y la otra es el famoso retrato de la esposa de Pérez de Ayala que puede contemplarse en su estudio del Museo Sorolla, sobre el caballete, junto a la mesita donde colocaba sus pinceles y óleos.

Entre las últimas obras pintadas por el artista figuran varios cuadros de costumbres religiosas españolas que su hijo llevó a Nueva York a principios de ese año para una exposición, y un retrato de su nieto que fue colocado sobre un caballete a la puerta de la capilla ardiente.

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Sorolla ha muerto
El hotelito de Cercedilla donde Sorolla pasaba el verano fue escenario de su fallecimiento. Quizá el destino quiso que fuese, allí y no en Madrid, rodeado de esa libertad al aire libre que el tanto buscaba. Verde y montañas al sol, con aquellos paisajes que pintó cuando su María estaba enferma.

Le faltó el mar y la luz de levante, que posiblemente anocheció con él en su memoria.

La dolorosa noticia recorrió Cercedilla rapidamente y la casa fue visitada por amigos de la familia y admiradores de su arte, acompañando a su inconsolable Clotilde y desfilando ante el cadáver. Todo el pueblo de Cercedilla estuvo allí hasta la despedida, aquella tarde que el féretro fue conducido a Madrid.

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Las fotos muestran a un Joaquín sereno, aparentemente dormido. Aquella lucha de tres años, rendido por la parálisis que le impidió pintar, pudo ser su mayor batalla; la que tuvo que afrontar con resignación hasta ese último instante de su vida y de la que salió vencedor, porque a partir de ese momento pasó a la inmortalidad.

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Por encargo expreso del pintor Fernando Viscaí, amigo de Sorolla que compartió sus últimos días de vida, Mariano Benlliure realizó la máscara mortuoria del insigne artista.

Benlliure estaba veraneando en aquel momento en Villalba y rapidamente se desplazó a la residencia de Sorolla en Madrid con dos de sus mejores discípulos de vaciado, don Luis Darnini y don Mariano Rubio.

La mañana del 12 de agosto Benlliure terminaba la máscara.
«El gesto del finado era de dulce serenidad y quietud, como si permaneciese dormido. Los ojos ligeramente entreabiertos, la barba blanca sombreándole el rostro, y un ritus suave en los labios, dábanle un aspecto venerable», comentaba un periodista en las páginas de «La Correspondencia de España».

Último viaje a la Villa y Corte
La tarde del sábado es trasladado el cuerpo a Madrid.

Así relata el periodista de «La Correspondencia de España» aquel doloroso momento:

«[…] El automóvil en que venía salió de la Sierra acompañando al furgón de pompas fúnebres en el que se había acondicionado el cadáver de Joaquín Sorolla para su traslado a la corte. Pero en Villalba, uno de los neumáticos del furgón se pinchó y hubo que desmontarlo, adelantándose entonces el Sr. Pons para prevenir a los familiares de lo ocurrido.

Con el cadáver quedaba la esposa del llorado artista, doña Clotilde García, y sus hijos Elena y Joaquín.

Hasta cerca de la una de la madrugada no llegó a Madrid el cadáver de Sorolla.

El féretro, de rica caoba obscura, con enormes asas de bronce, fué conducido inmediatamente, a hombros de algunos familiares, hasta el hall del hotel. En el hall se colocó la capilla ardiente.

No se pusieron paños tenebrosos, ni hachones, ni crucifijos. Al fondo, el pequeño altar con la talla de la Virgen, adquirido en París en sus días de jubilosa gloria, admirable talla primitiva germánica. Unos cirios humildes, los bustos de sus hijos rodeándole, los muebles de clásico estilo español… En el centro, junto a las columnas de mármol blanco se colocó un pequeño túmulo y sobre él el cadáver.»

 

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Desde la estación del Norte, en una sencilla carroza, el féretro del pintor fue trasladado hasta su hotel de la calle Martínez Campos, hoy Museo Sorolla.

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Traslado a Valencia
A las seis de la tarde del 12 de agosto Sorolla abandona su casa acompañado de sus familiares.

La presidencia del duelo se constituyó de la siguiente forma: En representación del Rey, Mariano Benlliure; el ministro de Instrucción pública, señor Salvatella, que ostentaba la del Gobierno; el Director General del Museo de Bellas Artes, señor Weyler; el hijo político de Sorolla, señor Pons y Arnau y otras personas de la familia.

El cortejo fúnebre constituía una gran manifestación, en la que figuraban políticos, artistas, literatos, periodistas y personalidades de la sociedad madrileña.

Al pasar por el Museo de Arte Moderno se cantó un responso y otro a la llegada de la comitiva a la estación de Mediodía. El féretro fue colocado en un furgón tapizado con paños negros sobre los que se pusieron las numerosas coronas recibidas por la familia.

Sorolla llega a Valencia
A las nueve de la mañana llegó el tren expreso conduciendo los restos del ilustre pintor.

El Gobierno le concedió honores de Capitán General.

En la estación esperaban el Alcalde, Concejales, la Diputación, el Círculo de Bellas Artes y representaciónes de los círculos literarios y artísticos, orfeones, literatos, periodistas y un gran gentío.

El féretro fue colocado sobre un armón de artillería. Los artístas valencianos pidieron llevar el féretro en hombros. Así lo hicieron hasta la calle de la Sangre, donde fue colocado sobre el armón.

El cortejo recorrió las calles de Colón, Pascual y Genis, pintor Sorolla, Peris y Valero, bajada San Francisco, Sangre, San Vicente y plaza de San Agustín, donde se despidió el duelo.

Allí hizo la descarga del féretro una sección de Caballería del Regimiento Victoria Eugenia llevándole hasta el cementerio general.

 

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Publicado en http://salonesarte.es/ el 09 de Agosto, 2009

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