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Parece que la frase más usada hasta hace poco, la de los famosos “brotes verdes”, resultó ser finalmente un espejismo. El Gobierno lo ha anunciado ya, hasta 2012 la tasa de paro seguirá compuesta por más de cuatro millones de desempleados. Vaticinando los analistas que el año que viene el índice se situará sobre el 20%.Y ante ello diversas instituciones optan por subir los impuestos, eligiendo el peor momento posible.
Primero fue el crack de la construcción, sin embargo, lentamente el virus de la ralentización económica ha llegado a cada uno de los sectores productivos. Y como no podía ser de otra forma, también ha contagiado al turismo.
No obstante, en lo que respecta al ámbito turístico, quizás las causas de semejante descalabro no sólo obedezcan a cuestiones coyunturales, sino igualmente estructurales. Pocas o ninguna han sido las políticas instauradas en lo que concierne a dicha materia. Tradicionalmente la Administración ha considerado a esta industria como una “María” entre el resto que regenta, inclusive ese ha sido el supuesto pensamiento imperante en aquellas Comunidades Autónomas en las cuales su Producto Interior Bruto depende en gran medida de ella. Ahora bien, no nos engañemos, los culpables hemos sido todos, porque unos han pecado por acción y otros por omisión, en demasía atareados con nuestros particulares problemas para atender a los generales.
Y de aquellos barros vienen estos lodos. Por citar un ejemplo entre varios factibles, la ocupación hotelera y extrahotelera de Lanzarote, la isla de los volcanes del archipiélago canario, es la peor en cuarenta años. Si el mítico artista César Manrique levantara la cabeza, lo volveríamos a perder por el susto que se llevaría al contemplar como han situado a esta magnífica y enigmática tierra al borde de un profundo abismo. Las escasas o erráticas medidas de unos, la avaricia y gula de otros, han propiciado un maremagno de pintorescos titulares.
Municipios turísticos enteros lastrados, ante los cuales se presenta un futuro incierto y en los que aún se sigue venerando a reyes y vireyes, cual efigie de nuestros ancestros. Circunscripciones en los que son multitud los que callan por miedo a dejar de percibir los retazos miserables a los que los tienen acostumbrados. Zonas en los que sus residentes engrosan paulatinamente las listas del INEM. De donde los empresarios se marchan abochornados. Lo opuesto de otros que se arraigan en sus usos y costumbres en pro de continuar con los privilegios cosechados. ¿Y el resto? No sabe, no contesta o prefiere mirar hacia otro lado.
