Fraude electoral y caciquismo

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Fraude electoral y caciquismo.

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El Caciquismo

El cacique es un prohombre o una familia local que ejerce el control sobre los electores de una zona rural. Condiciona el sentido del voto mediante presiones y amenazas al servirse de su poder y su influencia para proporcionar trabajo, promover social y económicamente a sus amigos y fieles.

caciquismp.jpgControla el Ayuntamiento, siendo alcalde o nombrándolo, de manera que cualquier trámite burocrático y administrativo como pasaba por sus manos podía resolverlo rápidamente o complicarlo según quién fuera el peticionario y se sometiera a sus intereses.
Proporciona trabajo a los jornaleros agrícolas y arrendamientos a los campesinos; distribuye las contribuciones o impuesto
municipales, cargando a los enemigos y favoreciendo a los fieles; del cacique depende que trabajen, paguen pocas contribuciones o vivan en la miseria y mueran de hambre.
Las “fuerzas vivas” de la aldea le obedecen:

  • El alcalde

  • El párroco

  • El maestro

  • El juez

  • La Guardia Civil.

No debemos olvidar que para garantizar el falseamiento de las elecciones, el partido en el gobierno elaboraba, pactándolo con el partido en la oposición, la lista de los distritos electorales, situando junto a el el nombre del diputado que debía salir para ganar las elecciones.

Esta práctica se llamaba el “encasillado”. Para asegurar el resultado, era imprescindible el papel de los caciques: eran individuos muy poderosos e influyentes en la vida local, que controlaban las elecciones en los pueblos para garantizar los resultados fraudulentos.

En el turnismo pacífico de los partidos dinásticos pactaban el acceso al gobierno sin recurrir a los pronunciamientos militares.
También se conseguía que la monarquía no se identificase con un solo partido.

Para garantizar el turno, se recurrió al fraude electoral. En este proceso, que desvirtuó el carácter democrático del sistema canovista, se utilizaron a los caciques locales o provinciales.
Mecanismos de fraude electoral.

* Encasillado: De forma pactada, el rey encargaba la formación de un nuevo gobierno al partido que le tocaba gobernar. Elfraude2belectoral1.jpg jefe de gabinete convocaba elecciones con el objetivo de construirse una mayoría parlamentaria para gobernar de manera estable. Desde el ministerio de Gobernación se confeccionaba el encasillado o listas de diputados que deberían salir elegidos y ganadores en cada distrito, reservando siempre algunos a la oposición dinástica.

El encasillado se entregaba a los gobernadores civiles de cada provincia para que impusieran la lista en los ayuntamientos a través de los caciques locales.

* Pucherazo: Para conseguir que el encasillado impuesto saliese ganador, los caciques recurrían a la manipulación fraudulenta de las elecciones:

  • Manipulando los censos de electores (en los que se incluían a personas fallecidas que “ejercían” el voto, o se excluían a otras vivas).

  • Coaccionando a los votantes, mediante la violencia

  • Comprando votos a cambio de favores: prometiendo empleos en el Ayuntamiento o en labores agrícolas; solucionando pleitos judiciales a favor y trámites burocráticos pendientes; librando a los amigos del servicio militar mediante la simulación de inutilidad física o el pago de la redención.

  • Cambiando las urnas con las papeletas o las actas de resultados electorales.

ENCASILLADO.JPGEl lema del cacique, “para los enemigos la ley, para los amigos el favor”, permitió el fraude electoral tanto en el sistema de sufragio censitario inicial como en el sufragio universal posterior a 1890.

Las listas de diputados estaban formadas por miembros de la alta burguesía y aristocracia, que constituían una oligarquía política y administrativa. Al monopolizar los cargos de la administración y los escaños en Cortes cualquier asunto necesitaba de su intervención, ejerciendo el poder en beneficio de las clases dominantes a la que representaban.

Sólo en los núcleos urbanos más importantes, donde la oposición política era más fuerte, se hizo cada vez más difícil el control caciquil de las elecciones.

El régimen de la Restauración se asentó sobre la estabilidad política y el mantenimiento de un orden social cuyas clases dominantes (nobleza, alta burguesía financiera e industrial, ejército e Iglesia) participaron en el sistema político dejando sin representación política a las burguesías medias y capas populares (clases dominadas).

El caciquismo sólo es posible en un país de gran propiedad agraria. El cacique es el ricacho del pueblo, él mismo es
terrateniente o representante del terrateniente de alcurnia que reside en la Corte; de él depende que los obreros agrícolas trabajen o se mueran de hambre, que los colonos sean expulsados de las tierras o que las puedan cultivar, que el campesino media pueda obtener un crédito. La Guardia Civil del pueblo está en connivencia con él, el maestro (…) debe someterse a él, el párroco prefiere por lo común colaborar con él; en una palabra, es el nuevo feudal. (…). El caciquismo, como el feudalismo, tiene estructura piramidal partiendo del burgo o aldea; a la altura provincial hay cacique o caciques, que suelen colaborar con el “señor gobernador”.
” Texto de Tuñón de Lara, M. La España del siglo XIX, Ed. Laia, Barcelona, 1974.

OLIGARQUÍA Y CACIQUISMO EN ANDALUCÍA.

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El caciquismo fue un hecho sociopolítico característico del mundo rural, aislado y mal comunicado.
Aunque el caciquismo se dio en toda España, fue en Andalucía donde tuvo mayor arraigo, significación y violencia. Andaluz era Romero Robledo, el cacique conservador más importante ministro de Cánovas y gran amañador de elecciones. Ejerció una gran influencia en Antequera, su pueblo natal, y en toda la provincia de Málaga.

También en esta provincia, pero en el campo liberal, destacó la familia Larios.

El sistema político de la Restauración, pues, se basaba en la oligarquía articulada a través de la alianza de los grupos políticos provinciales bajo el control de sus jefes. En Andalucía la oligarquía se centraba en unas cuantas familias de la alta burguesía que controlaban los aparatos de los partidos a nivel provincial, y que estaban fuertemente imbricados con la red de caciques locales. Aunque se ha repetido constantemente la expresión “oligarquía y caciquismo” para referirse a la forma de gobierno de la Restauración, la realidad fue más compleja, pues por entonces se constituye ya un verdadero sistema de partidos políticos en España.

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