Capítulo II: El largo peregrinar de Doña Blanca

Símbolo de la Orden de Santiago

 (Símbolo de la Orden de Santiago)

Aunque La Hermandad de Doña Blanca la constituíamos trece personas, más el Gran Maestre, Ralf Hayek, el eterno profesor de Economía de la Universidad de Salamanca, sólo cinco nos reuníamos anualmente en Sigüenza. Quienes habíamos nacido en cada uno de los distintos enclaves en los que estuvo confinada la desdichada monarca castellana. Es más, si trazáramos una línea en un mapa, uniendo las provincias en las que se encuentran ubicados tales lares, nos hallaríamos ante un mágico triángulo, conformado por: Ávila, Guadalajara, Toledo y Cádiz.  

Tomás, como nuestro idolatrado mentor, impartía clases en la ciudad salmantina, concretamente de Derecho Político. Oriundo de Arévalo. Pequeña localidad de poco más de ocho mil habitantes en la Comunidad Autónoma de Castilla – León, provincia de Ávila. Doña Blanca tras desposarse con Pedro I de Castilla, el 3 de Junio de 1353 en Valladolid, es repudiada por su esposo a los dos días del enlace. Decretando el enajenado rey su reclusión en el Castillo de Arévalo.

El 14 de Agosto de 1354 es encerrada en el Alcázar de Toledo, en Castilla- La Mancha. Trasladándose posteriormente a la Catedral, soberbio edificio de suma hermosura y belleza arquitectónica. Siendo toledano Carlos, docente del Instituto Cervantes de Viena.

En Sigüenza nací yo, llamada María a consecuencia de la gran tradición mariana familiar y por recomendación de mi tío Juan. Villa radicada en Guadalajara, en la región castellano-manchega. Por la que pasa el tramo 10 de la Ruta del Quijote. Esta seguntina que les habla aspira a erigirse algún día en escritora, anhelando ser tocada por al menos una nimia brizna del talento del inigualable y celebérrimo “Manco de Lepanto”, cuya ánima transita, sin atadura alguna, por nuestras medievales calles. Entre borrador de novela y novela, y de tocar a las puertas de infinidad de editoriales, en espera de una oportunidad que se hace en demasía de rogar, participo en la consultora regentada por Amador, jerezano de pro, especializado en comunicación política. Actualmente estamos inmersos en la organización de la campaña electoral, de cara a las próximas generales, del CLER, Centro Liberal Español y Reformista”.

Y finalmente Isabel es asidonense. Colaboradora del Instituto Cervantes de Londres. Al igual que Amador, de la provincia de Cadiz. Siendo en Medina-Sidonia donde concluya la trágica existencia de Doña Blanca. Comarca sita, en aquel entonces, en la frontera del territorio castellano, hacia donde es empujada para apartarla al máximo del conflicto nacional, tratando de evitar que se granjeara las ya sobradamente manifiestas simpatías del pueblo y que concitara posibles apoyos en torno a su causa. Pudiéndose leer en la evocadora Torre, que allí se alza con su nombre, el ulterior pasaje: “En esta torre estuvo presa y acabó sus días a manos del ballestero Juan Pérez de Rebolledo, en el año 1361, la virtuosa y desventurada reina Doña Blanca de Borbón, esposa de Don Pedro de Castilla.” Asaetada, idéntica a la forma elegida también por “El Cruel” para sesgar la  vida de D. Fadrique, su hermanastro y Maestre de la poderosa Orden de Santiago, cargo para el que sería designado en 1342, despojándolo la muerte del mismo en 1358. El que protegiera a la hermosa joven desde su partida de Francia, en Noviembre de 1352, para contraer nupcias con el objeto de consolidar la alianza entre Castilla y el país galo, hasta su llegada a Valladolid en Febrero de 1353. Vil asesinato que se convertiría en una motivación más para cometer el fratricidio perpetrado en 1369 por Enrique de Trastámara, su gemelo, en la Batalla de Montiel. Siendo la madre de ambos Doña Leonor de Guzmán Ponce de León, amante con la que Alfonso XI, progenitor asimismo de Pedro I, tuvo diez hijos. Ejecutada al expirar el patriarca por mandato de María de Portugal, reina legítima que había dado a luz al heredero de la corona, Don Pedro.

Mas como aseverara el Ingenioso Hidalgo a su fiel escudero: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida.” Pereciendo Doña Blanca y Don Fadrique precisamente al invocar su propia libertad. Atormentadas almas que sólo se liberarían al fallecer y que hoy descienden hasta nuestro terrenal mundo para susurrarnos sus clarividentes y desgarradores temores.

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