¿Qué ocurre cuando los gobiernos aplican políticas liberales?

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Durante meses hemos hablado desde esta humilde página de los orígenes del liberalismo, de sus fundamentos, así como de algunos de sus pensadores más destacados. Sin embargo, muchos podrán opinar, que como teoría aparenta coherente, pero quizás resulte un tanto utópica. Es más, que su aplicación a la política actual se muestra prácticamente inviable. Y que no es otra cosa que el entretenimiento de unos cuantos intelectuales.

Aunque personalmente defiendo que nada más lejos de la realidad. Mi interés por esta ideología nació tras intuir que existían algunas presumibles fallas en nuestro vigente aparato gubernamental. Al principio lo achacaba a la mala gestión de algún sujeto en particular, para finalmente determinar que es el propio sistema el que genera esas factibles desviaciones. Puesto que carece de lógica otorgar a una persona tanto poder sobre las demás, al fin y al cabo somos humanos, y de plena virtuosidad más bien pocos o ninguno.

Hemos descrito en multitud de ocasiones males endémicos tales como: la hipotética política clientelar, sujeta a favores y prebendas, derivando en una musculosa organización creada con el objetivo de seguir ostentado el bastón de mando. Lo que provoca “el todo vale”, con tal de preservar los puestos: transfuguismo;  repartir empleos a diestro y siniestro; manipular la información, repitiendo la misma mentira mil veces para terminar convirtiéndola en una verdad. Aseveran las más avezadas técnicas de comunicación que para dar credibilidad a una invención cuanto más grotesca más rápido calará en la población. Sin dejar de lado la regla del enemigo único, verter sobre el otro los propios defectos, lo que uniría al electorado en torno a la misma causa. Y, ¿si existen las conspiraciones? No lo sé, hay quien asevera que en esta materia hasta los burros vuelan.

Es simpático, o triste más bien, ver a la gresca diariamente a las distintas formaciones, peleando continuamente por si tú tienes un imputado más que yo. No obstante, al revisar los números nos damos cuenta de que presuntamente casi estarían a la par. Ahora eso sí, ninguno propone un auto-análisis de por qué ocurre esto y cuál sería la mejor forma de erradicarlo.

He escuchado a ciertos sectores especular con que la solución es la abstención. ¿Pero cree alguien que a esos supuestos negligentes dirigentes les preocuparía lo más mínimo? Más bien, les haríamos un favor, porque así tendrían el triunfo garantizado, ya que los que sí dependiesen de esa corriente acudirían a las urnas, y a buen seguro que no serían pocos. Y para justificar los resultados ya tendrían a sus legiones de asesores buscando un verosímil alegato. Después su reiteración infinita y rápida asimilación.

¿La anarquía? Tampoco, al fin y al cabo la democracia, a pesar de sus imperfecciones es el mejor sistema posible, y con ella el liberal, basado en la separación de poderes y un régimen constitucional. Por lo tanto la lucha debe ser desde dentro, a través de la palabra y el diálogo. Y en las sucesivas jornadas intentaremos demostrar como mediante medidas de corte liberal en otros países han logrado mejorar su estado de bienestar.

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