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Diariamente, sin darnos apenas cuenta, nos valemos insistentemente de la persuasión. Buscando convencer a otros de nuestros postulados. Mas las técnicas hoy en día han de depurarse al máximo, ante una sociedad rebosante de conocimientos y bombardeada por los múltiples mensajes que emanan de infinidad de sectores. Esto queda patente en los nuevos jóvenes denominados “Generación Einsten”, los consumidores del futuro, nacidos después de 1.988, son más rápidos, más listos y más sociables. Conocen las reglas del marketing, leen la prensa como periodistas, miran películas como directores de cine y analizan anuncios como verdaderos publicistas. Cuyos padres pertenecen a la Generación X y sus abuelos al Babyboom. Ante este panorama la comunicación es crucial, puesto que si te diriges a ellos de forma equivocada, te rechazan y los pierdes para siempre.
Por lo que las organizaciones políticas, las religiones, las empresas,…pretenden adherirnos a su causa, empleando cualquier vía existente. A través de las reglas de la simplificación; exageración y desfiguración; orquestación; transfusión; unanimidad y contagio; apelando intensamente a los sentimientos para reafirmar lo expresado. Uno de los recursos más en boga es la televisión, puesto que como dice el dicho: “una imagen vale más que mil palabras”, convirtiéndose en el máximo exponente de influencia del llamado cuarto poder, constituido por los “Mass Media”.
La publicidad es un ejemplo claro, siendo una parte predominante de la parrilla de cualquier canal. Las distintas cadenas televisivas dependiendo del partido político o corriente ideológica con la que simpatizan darán una visión dispar de la realidad, reiterando la información que quieren destacar a través de la variada programación. Tal vez no mintiendo, pero seleccionando las noticias, haciéndose eco de aquellas de interés con la línea editorial y relegando las contrarias a ellas. Enfocándolas según la necesidad.
El uso exacerbado de mensajes persuasivos de la denominada “caja tonta” marca la línea que debe seguir en cada momento la sociedad, excluyendo a aquellos que queden fuera de los estereotipos promulgados. Es el “Matrix” real del siglo XXI, aludiendo a la taquillera película norteamericana, donde la masa vivía una existencia idílica recreada por sus gobernantes a través de un sistema informático, castigando severamente a quien se resistía a él.
