Democracia participativa, ¿una utopía?

Abrahan Lincoln 

Monumento a Abrahan Lincoln. Washington.EEUU. (www.photoeverywhere.co.uk)

Hemos hablado estos días acerca de la delgada línea sobre la que camina nuestro sistema democrático, así como de la brecha existente entre administradores y administrados, que tristemente parece agrandarse imparablemente.

Internet ha irrumpido en nuestras vidas con fuerza, y gracias a la red podemos conocer al instante todo lo que sucede en el planeta, así como la visión que los usuarios manifiestan de cada hecho. Un espacio donde, a priori, la manipulación, planteada por  los filósofos a finales del siglo pasado, a la que supuestamente éramos sometidos a través de los medios de comunicación masivos (TV, radio, prensa escrita,…) por el poder establecido, ya no es factible. En un mundo globalizado, sería inviable controlar todas las corrientes de opinión adversas. Leemos reiteradamente reflexiones de internautas desilusionados, enfadados, frustrados y que finalmente demonizan a los políticos de cualquier suceso contradictorio. Lo que resulta, francamente, muy preocupante. Actualmente bate el récord de visitas un irónico post categorizado bajo el epígrafe de humor, su único contenido es la mítica frase pronunciada por Abraham Lincoln: “Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.

Decía nuestra Constitución que es un derecho y una obligación garantizar la participación de los ciudadanos. Se disponía que fueran los ayuntamientos, los organismos más cercanos al residente, los que posibilitaran esta vía y la desarrollaran a través de sus reglamentos. Utilizando medidas como: creación de centros de interés, plataformas, consejos sectoriales,…; compuestos por: asociaciones de vecinos, colegios profesionales, patronales, universidades,…Y teniendo en cuenta que los recursos públicos son limitados, para la elaboración de los presupuestos se atendería a criterios reales de la comunidad, pues dimanaría de ella el proyecto, buscando así la máxima transparencia. La labor municipal estaría encaminada a crear ese revulsivo social, ejecutando cada uno de los ineludibles pasos propuestos: informando en lo tocante al asunto en cuestión, formando con respecto al mismo, debatiéndolo, y tomando una decisión consensuada, dando paso finalmente a una cogestión.

Pero, ¿es la democracia participativa una utopía? Salvo excepcionales supuestos, la teoría referenciada se ha desarrollado en muy pocas circunscripciones. En determinados casos debido a la inseguridad del propio regidor, que teme que si se deja asesorar pierda el control, consecuencia de la escasa preparación en la materia a tratar. No obstante, mayormente, por una ausencia de voluntad política. Aunque una parte de culpa es nuestra, al pensar que con depositar el voto cada cuatro años era suficiente.

Es el pueblo el dueño de España, y su gobierno son simplemente administradores que trabajan para él, a los que ha de exigírseles además de resultados, la preceptiva colaboración de los administrados en el desarrollo de nuestra nación. Las fórmulas son múltiples: asintiendo a plenos, haciendo mociones, a través del trabajo asociativo, o implicándose en la política. Los nuevos tiempos requieren que todos los españoles seamos proactivos y no pasivos, si queremos un futuro exitoso. Lo contrario puede traer consecuencias impredecibles.

Hablaba esta mañana con un amigo que tuvo que abandonar su tierra hace muchos años para emigrar a Argentina, única forma de garantizarse un porvenir. Me contaba que cuando él llegó al país de los tangos era un estado próspero, donde los sueños se hacían realidad. Se lamentaba el buen hombre que como los argentinos durante muchos años vivieron tan bien, no sintieron el apremio de inmiscuirse en asuntos tediosos e ingratos en beneficio no particular, sino de la colectividad. Pero aquella apatía trajo consigo la degeneración política, culminando con el famoso “corralito”, etapa en la que los argentinos perdieron en un instante lo que con el esfuerzo de toda una vida lograron. No sé a ustedes, pero escuchar esta experiencia a mí me hizo reflexionar y compararla inevitablemente con el contexto vigente.

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