El Primero de Mayo más amargo

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Ayer como cada año se conmemoró la celebración del Día Internacional del Trabajo. Sin embargo, tuvo un sabor agridulce. Por un lado la participación fue numerosa, cabiendo felicitar a los organizadores por la gran movilización entorno a una marcha tranquila y respetuosa, nada que ver con la de Estambul. No obstante, quizás este aumento en el número de congregados se ciña exclusivamente a la gran preocupación existente por la alta tasa de paro que azota a España.

El 65% de los nuevos desempleados europeos residen en nuestro país. En algunas Comunidades Autónomas se roza casi el 30%. Actualmente se cifran en un millón las familias españolas en las que todos sus miembros se encuentran desocupados.

Los ayuntamientos carecen de los recursos suficientes para gestionar la avalancha de solicitudes presentadas por personas que requieren de lo imprescindible. Cáritas afirma que el perfil del usuario que se acerca a sus sedes ha cambiado, centrándose mayormente en parejas cuya edad está comprendida entre 30 y 35, además de con un hijo a su cargo. Preconizaba el prestigioso rotativo “The Economist” hace meses que para finales de verano acontecerían las primeras revueltas sociales nacionales, cuando muchos dejaran de percibir sus prestaciones.

Las cadenas televisivas se ceban con la desgracia de los más desfavorecidos. Día tras día nos muestran las vivencias de sujetos a los que el banco les ha quitado la vivienda, con lo que no sólo no tienen donde dormir, sino ni siquiera un trozo de pan que echarse a la boca.

Aunque lo más llamativo es que las reivindicaciones del Primero de Mayo no se enfocaran en plantear alternativas o soluciones, sino en abrir una guerra campal a dos bandas: entre sindicatos y patronal. Como árbitro el Estado, eso sí, sin aportación de respuestas. Se exigen más garantías sociales. ¿Y cómo les haremos frente si los ingresos del gobierno provienen de los impuestos? Si la población pasiva es superior a la activa, ¿cómo avalaremos las pensiones, el servicio sanitario, la educación,…?

Por poner un ejemplo, del famoso Plan E con el que se prometían 300.000 puestos de trabajo, hasta ahora solamente han sido capaces de generar 57.000. Incluso las inversiones públicas en infraestructura han descendido estrepitosamente.

Y menos comprensible es que ciertos sectores continúen en su empecinamiento al afirmar que es el liberalismo el culpable de todo esto, cuando lo único que ha quedado absolutamente claro es que es el capital privado el que genera riqueza y empleo. Debiendo limitarse la labor del ejecutivo a una exigua intervención y a facilitar las ayudas correspondientes a los que no alcancen un mínimo establecido. Por el contrario, proseguimos con la política clientelar, fundamentada en hacer que proliferen los estómagos agradecidos, ya que con ello determinados individuos salvaguardan sus privilegios dentro del sistema. ¿No crees que ha llegado el momento de decir basta ya?

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