Querer justificar lo injustificable

Don Quijote de la Mancha 

Don Quijote de la Mancha. (www.euroresidentes.com)

A veces, hasta uno comprende que los ciudadanos opten por no querer saber nada de la política, pues en ciertos momentos resulta su hedor increíblemente irrespirable. Convirtiéndose en una actividad de alto riesgo, con incidencia en enfermedades cardiovasculares. Inclusive, sería recomendable, que cuando un individuo pensase en presentarse a unas  elecciones, a modo de prospecto, cual medicamento, le informasen de sus efectos secundarios: breves y momentáneas alucinaciones, con previsibles pérdidas de percepción de la realidad; trastornos del sueño y la conducta; factible aparición de severa gastroenteritis, precedido de arcadas y náuseas irrefrenables; megalomanía; egocentrismo; su mala praxis acarrearía consecuentemente locura y privación de la libertad; etc., etc., etc.,…

Los objetivos a perseguir por cualquier gobernante deberían centrarse exclusivamente en: obtener lo mejor para sus congéneres; la sostenibilidad del bienestar social de los mismos; conseguir las mayores cotas de libertad y justicia; siempre atendiendo a un criterio basado en el pluralismo y la tolerancia; respetando la diversidad de pensamiento. En definitiva, un ansia vocacional y de servicio hacia los demás. Pero claro, no siempre sucede esto. 

Ningún colectivo escapa a que pueda encontrarse entre sus huestes una oveja descarriada. Pero lo inconcebible, es que aún  se la fomente más.

Conozco el caso de un municipio, donde son el pan de cada día las grandes revueltas y divisiones vecinales, propiciadas por caciques en busca de la satisfacción de sus intereses propios. Gestión plagada legislatura tras legislatura, de desgobiernos, mociones de censuras, tránsfugas que propician cambios corporacionales, denuncias, acusaciones varias,…,es decir, un ecosistema que se mueve al son de odios ancestrales. Cargos públicos que no saben leer ni escribir, no habiendo desempeñado con anterioridad puesto laboral alguno. Su único mérito es ser conocidos en el pueblo por sombrías cuestiones: insultos, críticas, misoginia,…da igual, los escrúpulos los reservan para otra vida.

Pues bien, en esa localidad, parafraseando a Cervantes: “de cuyo nombre no quiero acordarme”, la completa ausencia de sentido común de todos la ha abocado a la quiebra técnica: cese del tejido productivo y largas colas de desempleados. Apoyando partidos nacionales, a los que se le presupone una seriedad y credibilidad innatas, semejante disparate. Quienes sólo se sirven de ese lugar para convertirlo en granero de votos y ganar poltronas en otros lares, y tras los comicios abandonan a sus residentes a su suerte: “si te he visto no me acuerdo”. Abanderando después el axioma de la dignidad sin sonrojarse. Cuando un militante, desde sus propias filas, osa reprochar este comportamiento, es expulsado fulminantemente. Y fuera como fuere, se pacta con los voceros, para que a través de las antenas intenten hacer llegar a los vecinos un repetitivo mensaje, con el que pretenden justificar lo injustificable. Pero al igual que le ocurrió a Don Quijote, afortunadamente, suelen acabar derrotados por los molinos, por mucho empeño que pongan en ello.

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